Mejor quedarse en casa
Poco podían imaginar Robert Koch cuando descubrió el agente causal de la tuberculosis y Alexander Fleming cuando aisló la penicilina, que sus trabajos científicos, tan prometedores, iban a tener tan pocas consecuencias prácticas en el futuro. En efecto, aparentemente, los mencionados descubrimientos habían de servir para frenar el avance de la temida y mortal enfermedad pulmonar, pero basta acudir a cualquier espectáculo (especialmente cultural) para darse cuenta de que un gran número de los asistentes deben de tener los pulmones carcomidos por el bacilo de Koch a tenor de las estremecedores toses cavernosas, carraspeos y esputos que emiten constantemente. Con el atrevimiento que da la ignorancia científica, nos parecería interesante proponer un estudio en profundidad sobre la posibilidad de que sea en realidad el entorno lo que que origina los síntomas de la enfermedad. Si nos fijamos en la gente que nos rodea en el trabajo, en un bar, en casa o en la calle no apreciaremos, en principio, nada anormal en su salud, pero, si a esas mismas personas las trasladamos a un teatro, a una sala de conciertos o al cine, comprobaremos con asombro cómo inmediatamente empiezan a toser de forma compulsiva sacando, como suele decirse, el hígado por la boca. Huelga decirse que, una vez finalizado el evento, esos mismos sujetos a los que prácticamente habíamos dado por deshauciados, habrán recuperado su magnífica capacidad pulmonar.
Durante las sesiones de cine, además de las enfermedades pulmonares degenerativas, se contraen otras tres muy características: la bulimia nerviosa, la discapacidad auditiva (hipoacusia) y la risa patológica. Así, individuos de apetito moderado, se ven impulsados al entrar en la sala a atiborrarse de palomitas de maíz en cantidades industriales que sin duda bastarían para erradicar el hambre en gran parte del África Subsahariana. Igualmente, sujetos con una capacidad auditiva correcta en su vida cotidiana, padecen durante la película una sordera aguda que les impide oir los diálogos y que, seguramente a su pesar, les lleva a solicitar constantemente a la persona que se halla a su lado, que les repita lo que los actores acaban de decir. Por último, la disfunción más grave que se manifiesta en el cine es la risa patológica, la cual es fácilmente diferenciable de la risa normal, ya que la patológica se emite a gran volumen, va acompañada de espasmos que hacen temer por la vida del individuo, y se produce siempre durante secuencias de la película que no provocan la hilaridad en absoluto. ¿Acaso serán las dos últimas disfunciones expuestas consecuencia de la ingestión masiva de maíz?
Finalmente es interesante citar que también en espectáculos más distendidos como pueden ser los conciertos de rock se pueden apreciar interesantes casos médicos. Nos referimos en este caso al gigantismo. En ninguna otra concentración humana (ni siquiera en campeonatos de baloncesto) pueden apreciarse personas de mayor estatura y volumen corporal. Desconocemos si ya superaban los dos metros antes de entrar en el recinto o si alguna mutación les lleva a crecer desmesuradamente una vez dentro. Ha de decirse también, como información adicional, que quienes padecen esta patología acostumbran a situarse siempre entre las primeras filas y que el gigantismo suele ir acompañado de gran densidad capilar, lo que hace que aumente exageradamente el volumen craneal.
Estas graves enfermedades que podríamos calificar como "enfermedades del arte" hacen desaconsejable que una persona sana acuda a los citados eventos por muy interesada que esté en ellos. Evidentemente es una pena, pero mientras la ciencia médica no aporte soluciones definitivas, se recomienda encarecidamente evitar las mencionadas concentraciones ya que, incluso en el caso de no caer presa del contagio, no resulta nada agradable contemplar la fragilidad humana.
Durante las sesiones de cine, además de las enfermedades pulmonares degenerativas, se contraen otras tres muy características: la bulimia nerviosa, la discapacidad auditiva (hipoacusia) y la risa patológica. Así, individuos de apetito moderado, se ven impulsados al entrar en la sala a atiborrarse de palomitas de maíz en cantidades industriales que sin duda bastarían para erradicar el hambre en gran parte del África Subsahariana. Igualmente, sujetos con una capacidad auditiva correcta en su vida cotidiana, padecen durante la película una sordera aguda que les impide oir los diálogos y que, seguramente a su pesar, les lleva a solicitar constantemente a la persona que se halla a su lado, que les repita lo que los actores acaban de decir. Por último, la disfunción más grave que se manifiesta en el cine es la risa patológica, la cual es fácilmente diferenciable de la risa normal, ya que la patológica se emite a gran volumen, va acompañada de espasmos que hacen temer por la vida del individuo, y se produce siempre durante secuencias de la película que no provocan la hilaridad en absoluto. ¿Acaso serán las dos últimas disfunciones expuestas consecuencia de la ingestión masiva de maíz?
Finalmente es interesante citar que también en espectáculos más distendidos como pueden ser los conciertos de rock se pueden apreciar interesantes casos médicos. Nos referimos en este caso al gigantismo. En ninguna otra concentración humana (ni siquiera en campeonatos de baloncesto) pueden apreciarse personas de mayor estatura y volumen corporal. Desconocemos si ya superaban los dos metros antes de entrar en el recinto o si alguna mutación les lleva a crecer desmesuradamente una vez dentro. Ha de decirse también, como información adicional, que quienes padecen esta patología acostumbran a situarse siempre entre las primeras filas y que el gigantismo suele ir acompañado de gran densidad capilar, lo que hace que aumente exageradamente el volumen craneal.
Estas graves enfermedades que podríamos calificar como "enfermedades del arte" hacen desaconsejable que una persona sana acuda a los citados eventos por muy interesada que esté en ellos. Evidentemente es una pena, pero mientras la ciencia médica no aporte soluciones definitivas, se recomienda encarecidamente evitar las mencionadas concentraciones ya que, incluso en el caso de no caer presa del contagio, no resulta nada agradable contemplar la fragilidad humana.
3 Comments:
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Hola,
Qué puedo decir. Una vez más tienes razón. En otros países, se buscan formas de educar a las masas, para evitar estas molestias...
Evidentemente, en los conciertos no es que seamos nosotros bajos. Son ellos que son altos...
leiendo este post he tenido un ataque de "risa patológica"
¿tengo que preocuparme?
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