Impresiones después de un viaje I
Nada mejor que darse una vuelta por el extranjero para que se nos bajen de golpe los aires de grandeza y nos demos cuenta de que la civilización está ahí fuera. En otra ocasión hablaré sobre las innegables ventajas que ofrecen nuestros vecinos europeos (en este caso la jacobina y envidiada Francia) a sus ciudadanos y visitantes, pero hoy, sin embargo, quiero citar una de los defectos que, tal vez por ignorancia, más sorprenden y que, a su vez, sería muy fácil de solucionar: no saben hacer cubatas. Ni en Alemania, ni en Irlanda, ni en Francia, por citar los últimos casos, sirven esos refrescantes combinados como Dios manda. Las razones pueden ser varias: es posible que, en su ignorancia, el profesional de la hostelería, confunda el tradicional cubata con un refinado cocktail; esto frecuentemente da lugar a situaciones absurdas como que te sirvan la bebida en un vaso pequeño, totalmente inapropiado, e incluso adornado con alguna ridícula parafernalia tipo sombrilla de papel. Bien sabido es que el cubata es otra cosa. Otra explicación puede ser que el cubata se haya convertido ya en algo profundamente español como el jamón, la tortilla o la envidia. Sin embargo yo apuesto por una explicación más lógica: en el extranjero desconocen la existencia del vaso de tubo.
Este recipiente es, sin duda alguna, el más idóneo para elaborar deliciosas mezclas de licor y refresco acompañadas de tres cubitos de hielo y una rodaja de limón. Hemos visto, en ocasiones, servir cubatas en vasos de cerveza (pinta), lo cual no es en absoluto una mala idea, pero siempre en España.
Por todo ello recomendamos desde aquí que el personal de hostelería de esos países realice en el nuestro unos cursos de formación en los que podrían aprender (pero que sólo aprendan eso, por favor). Por otro lado, la exportación de vasos de tubo (los vasos de cubata de toda la vida, vamos) podría constituir un floreciente negocio para un empresario emprendedor.
Es que, para una cosa en la que les superamos...