Feingeschliffen
All in all a very dying race
Tuesday, September 27, 2005
Wednesday, September 21, 2005
Tanti Auguri!
Monday, September 19, 2005
Mejor quedarse en casa
Durante las sesiones de cine, además de las enfermedades pulmonares degenerativas, se contraen otras tres muy características: la bulimia nerviosa, la discapacidad auditiva (hipoacusia) y la risa patológica. Así, individuos de apetito moderado, se ven impulsados al entrar en la sala a atiborrarse de palomitas de maíz en cantidades industriales que sin duda bastarían para erradicar el hambre en gran parte del África Subsahariana. Igualmente, sujetos con una capacidad auditiva correcta en su vida cotidiana, padecen durante la película una sordera aguda que les impide oir los diálogos y que, seguramente a su pesar, les lleva a solicitar constantemente a la persona que se halla a su lado, que les repita lo que los actores acaban de decir. Por último, la disfunción más grave que se manifiesta en el cine es la risa patológica, la cual es fácilmente diferenciable de la risa normal, ya que la patológica se emite a gran volumen, va acompañada de espasmos que hacen temer por la vida del individuo, y se produce siempre durante secuencias de la película que no provocan la hilaridad en absoluto. ¿Acaso serán las dos últimas disfunciones expuestas consecuencia de la ingestión masiva de maíz?
Finalmente es interesante citar que también en espectáculos más distendidos como pueden ser los conciertos de rock se pueden apreciar interesantes casos médicos. Nos referimos en este caso al gigantismo. En ninguna otra concentración humana (ni siquiera en campeonatos de baloncesto) pueden apreciarse personas de mayor estatura y volumen corporal. Desconocemos si ya superaban los dos metros antes de entrar en el recinto o si alguna mutación les lleva a crecer desmesuradamente una vez dentro. Ha de decirse también, como información adicional, que quienes padecen esta patología acostumbran a situarse siempre entre las primeras filas y que el gigantismo suele ir acompañado de gran densidad capilar, lo que hace que aumente exageradamente el volumen craneal.
Estas graves enfermedades que podríamos calificar como "enfermedades del arte" hacen desaconsejable que una persona sana acuda a los citados eventos por muy interesada que esté en ellos. Evidentemente es una pena, pero mientras la ciencia médica no aporte soluciones definitivas, se recomienda encarecidamente evitar las mencionadas concentraciones ya que, incluso en el caso de no caer presa del contagio, no resulta nada agradable contemplar la fragilidad humana.
Thursday, September 15, 2005
Simplemente
En fin, ya sólo nos queda clamar en el desierto y lamentarnos amargamente en modestos blogs como éste esperando que algún día tenga lugar la verdadera liberación femenina y se expulse a los macarras de la sociedad. Ser chulo no es ser seguro, fuerte o protector; ser chulo es simplemente ser chulo.
Thursday, September 01, 2005
El diablo lleva sandalias
El tema está en la calle. Grandes pensadores como M.O. y C.S. han dado ya su opinión y he de decir que, en líneas generales, no puedo estar más de acuerdo con ellos. Sin embargo me gustaría expresar mi postura, la cual difiere un tanto de la de mis apreciados colegas a los que, de entrada, agradezco sus valiosísimas aportaciones.
Vaya por delante un hecho obvio: que un hombre lleve sandalias es algo deleznable; pero dicho esto, yo pondría el acento en la actitud con que las lleve. Es aquí donde discrepo humildemente de la tesis de C.S. A diferencia de él, yo considero que es peor llevar sandalias sin calcetines que con ellos. Intentaré argumentar esta afirmación, aparentemente aventurada: la combinación sandalia-calcetín es menos grave (aunque, como queda dicho, la sandalia en sí ya es repugnante) porque en el pecado lleva la penitencia; es decir, quien lleva sandalia con calcetines no engaña a nadie, sólo piensa en su comodidad y no cree ir bien ni presumirá de su calzado. Por tanto, el portador de sandalia con calcetines no es peligroso y queda retratado inmediatamente como alguien carente de buen gusto (en el vestir), lo cual es siempre infinitamente menos grave que la repugnante chulería de quien lleva unas asquerosas sandalias como las que nos muestra M.O. y encima está orgulloso de ello. Quien lleva sandalias con calcetines simplemente se pone en ridículo; estamos ante alguien que no presta atención a su aspecto o un despistado, pero infinitamente más grave resulta, a mi juicio, quien lleva con descaro las repulsivas sandalias --especialmente aquellas sobre las que nos previno M.O. en la figura 2 de su excelente aportación-- , alardeando y creyendo que va bien, ya que en este caso estamos ante un chulito con el que hay que tener cuidado y del que absolutamente nada bueno puede salir.
Es innecesario decir que todo lo expuesto se refiere únicamente a sandalias masculinas (nada que objetar a unos bonitos pies femeninos), a adultos que se mueven en un entorno urbano occidental y a la época actual.
En conclusión:
La solución más adecuada sería eliminar de la tierra las sandalias masculinas, lo cual erradicaría el problema.
Todo tipo de sandalia masculina es vomitiva y no hay que tolerar unas para evitar otras pues, dentro del horror, los diferentes tipos de sandalias nos indican el grado de hijadeputez (si se me permite la palabra) del hombre que las lleva.
Quien lleva unas sandalias con calcetines es un pringado desde el punto de vista estético.
Quien lleva sandalias sin calcetines sin avergonzarse y fardando es una mala persona, capaz de todo. Estos infrahombres deberían ser marginados por la sociedad y especialmente por las mujeres, las cuales tienen en sus manos la posibilidad de construir un mundo mejor ninguneando a los hombres chulos de mierda, categoría en la que entran los "sandalieros", los "multeros", los "grueros", los que hacen el fantasma con las motos, los que van de rollo latino, los macarras que hacen artes marciales (esto no es oriente) y tantos y tantos otros especímenes, enemigos nuestros, que campan a sus anchas en nuestra sociedad. Pero esto ya sería otro tema...