Enemigos
Hace poco saltó también la noticia, con vídeo incluído, del joven energúmeno que humilló y golpeó a una chica inmigrante en los Ferrocarriles Catalanes. Después de la deleznable actuación, el repugnante sujeto se paseaba tranquilamente y respondía desafiante a las preguntas de los reporteros, que le trataban con inusual respeto. No me parecería raro que participase en alguna edición de Gran Hermano o que fuese colaborador en algún programa --hay muchos-- por el estilo. No quisiera tener nada en común con chulos como esos. Son macarras y punto; son machistas, pero que tengan también cuidado los hombres decentes que se crucen en su camino. Merecen la ley del silencio, el vacío total. Como ellos hay a montones, basta con darse una vuelta por ahí o encender la tele. Si detienen a uno tendrán que detenerlos a todos. Tener algo en común con ellos me preocuparía tanto que no volvería a dormir jamás, pero estoy seguro de que no me los encontraré nunca en un concierto, en el cine (si es que alguna vez van) tampoco, ni en ningún local a menos que sea por equivocación.
El otro día trascendió que un imbécil que no sabe nada de música, ni cantar y cuyo único mérito consiste en alardear de consumir porros --gusta mucho en este pintoresco país una supuesta vida canalla-- y ejercer de macarra simpático (oxímoron), maltrató a la tripulación y al pasaje en un avión hasta el punto que el comandante tuvo que dar media vuelta para evitar males mayores. Poco le importaba a él si los pasajeros iban a trabajar (él no lo ha hecho en su vida) o a lo que les diera la gana. Ese idiota no es un marginado, actúa para mucha más gente que verdaderos artistas y tiene más dinero que muchas personas decentes. Aquí hay que elegir blanco negro. Decía Yehudi Menuhin que nunca había violencia ni altercados a la salida de los conciertos de música clásica.
Si alguien cree que puede compartir gustos en alguna cosa con esa gentuza, que se lo haga mirar; y no es imposible, porque, insisto, no son en absoluto marginados. Ser un macarra no está mal visto hasta que el escorpión pica. Son el enemigo.
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